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62 P. Angel de Abárzuz_<:__ _ __ de tí? Pues haz un alto espiritual en tu camino, recógete en tí mismo y llama a un 11uevo examen tu conducta, porque es casi cierto que vas equi– vocado. El juicio de los hombres buenos, es decir, de los temerosos de Dios y verdaderamente espiri– tuales es siempre sereno e imparcial. Sus mur– muraciones no lo son en re·alidad; son lamentos, son frases de pena, que les arrancan del corazón · la injusticia, los errores y la maldad. Inquiere, indaga, hermano mío con verdadero interés qué es lo que esas personas piensan y hablan de tí y el modo que tienen de enjuiciar tu proceder; porque las observaciones, los: con– sejos y advertencias de esa clase moral privile– giada son un verdadero tesoro, que debes apre– ciar más que el oro ·y las piedras preciosas. Y ten por cierto que te ama más y desea con más veras tu prosperidad y tu felicidad un hom– bre amigo de Dios, aunque no sea amigo tuyo, que tu amigo más entrañable, si es irreligioso, y, pcr consiguiente, enemigo de Dios. Pero hay en el mundo (y forman legión) cierto linaje de personas, para las cuales nada·está bien hecho más que lo que ellas hacen.

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