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VI.-E~toy postergado 55 _ _ _ ____:__:___ disfrutando de una gran r~putación, se ñallan ya en el ocaso de su existencia? ¿Les fascina el en– canto de la popularidad como en los días de su juventud? De ningún modo. Su lenguaje es el de la desilusión. Lo han visto todo, lo han gustado todo y hallan el vacío en todo. Deja, pues, hermano mío, que tus émulos, más afcrtunados que tú, hagan ese viaje alrededor del mundo de la fama. Déjales marchar; ya verás cuán desfavorablemente hablan, al volver, de esa re– gión misteriosa y de,sconocida, que el 'amor pro– pio y el desconocimiento de las cosas les pintan ahora como una verdadera tierra de promisión. Pronunciarán sin duda esa frase eterna, que vienen repitiendo todos los individuos del géne- . ro humano, aunque casi siempre un poco tarde: •¡Todo es vanidad!• Fácil es que me -digas ahora: p-7ro estas refle– xiones que usted me hace son deprimentes por– que matan toda ilusión, y sin ilusiones no se pue-– de trabajar. Estás equivocado, hermano mío. Se puede trabajar sin ilusiones, y es una desgracia el trabajar con ellas. La ilusión _podría definirse: un error agradable al amor propio. Es agradable, pero es error, y por consiguiente es un mal. Por eso dice San

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