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Pasada la primera y segunda guardia, llega– ron a la pue1ta de hierro que sale a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma. Salidos, de ella. caminaron hasta lo último de la calle. y súbitamente desapareció de su vista el ángeL Entonces Pedro, vuelto en sí, dijo: Ahora sí que conozco que el Señor verdadei'amente' ha en– viado su ángel y me ha librado de las manos de Herodes y de la expectación de todo el pueblo judío.» ¿Te has fijado bien, hermano mÍo·, en el con– tenido de esa escena maravillosa? Pues no la olvides jamás; porque si . te vuel– ves since~amente· a Dios y haces una vida cris– liana, ese será tu destino, como el de lodos los jus!os; recobrar la liber!ad del alma y del cuer– po. y sin peligro de pe~derla en toda la eternidad.

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