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V.-Estoy en la cárcel; privado de libertad 45 en !a cárcel por la imputación de un delito co– mún es realmente un culpable lo mismo ante Dios que ante los hombres. Puede haber alguna excepción, pero es esta la regla general. Eres, pues, tú, hermano mío, un delincuente y además un pecador. No te ofendas de esto, porque te lo dice quien te ama, aunque no te conoce. Además que los libros no of~nden. En castigo de tu pecado han venido sobre ti estos dos males: has perdido la libertad, y has perdido la reputación. Inútil es que te rebeles contra .estos hechos, porque los hechos pueden más que el hombre, y podrán más que tú. Pero tienes en tu alma, siendo cristiano como eres, una fuerza formidable de reacción; no .para con~guir que no haya. sucedido lo que ha suce– dido, sino· para consolarte, purificarle, elevarte y ser dichoso.. . y e-:;:o sin salir de la cárcel. Ahí donde nadie te ve, es decir, en lo interior de tu espíritu reconoce noblemente tu situación. humíllate sinceramente en la presencia de Dios, confesando tu pecado. .. ese pecado y todos los de tu vida, y pídele perdón diciéndole: Señor, tú que has descendido muchas veces a las cárceles para consolar a los que sufrían en ellas; tú que has querido ser representado en todos los reclu– sos, diciendo aquellas palabras: Venid, benditos de mi Padre, a poseer el reino de los cielos, por– que estuve en la cárcel y me visitasteis, oye mi

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