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¡, ! 44 ---~~_<!_<:_Abárzuza La felicidad del hombre es únicamente Dios, y de El puede disfrutar un alma, lo mismo en este mundo que en el otro, aunque tenga el cuerpo atado· con una cadena. Pero demos un paso más en esta materia. Tú, he·rmano mío, eres un deUncuente reduci– do a prisión, y esa limitación· de- tu libertad cor– poral te hace sufrir. Y ahora te pregunto yo: ¿Tienes religión? ¿Crees en Dios? ¿Crees en la otra vida? ¿No? Pues si !u prisión ha de ser temporal, no tengo más que una frase .que decirte. Y es ésta: •Con– suélate, hermano mío, que contra el tiempo nadie pllede, y eso pasará». ¿Estás condenado a un encerramiento per– petuo? Entonces ya no sé qué decirte. Realmen– te, a un hombre condenado a cadena perpetua que no cree en la vida eterna, no hay sino com– padecedo y pedir a Dios por él para que empiece a cre·er. Pero ¿eres cristiano? ¿Crees en Dios? En ese caso, cambia todo instantáneamente para ti. Al que cree en la ·eternidad y vive de ,esa fe, le es menos aflictivo la cadena perpetua que a un delincuente irreligioso la prisión temporal. Y es que así como con la eternidad se expli– can las cosas del tiempo, también se arreglan con ella muchas de las que pertenecen a él. En la casi totalidad de los casos un recluído
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