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V.-Sufro una enfermedad incurable. .. 39 se apartaron de la Cruz, pero no para ayudarle, sino para burlarse de El. e insultarle en su agonía. Bien puede un enfermo consolarse y morir tranquilo, acordándose de ese Dios tan bueno, que le ha precedido, .sufriendo una muerte mil veces más penosa que la suya. Recrea tu espíritu, hermano mío, con esa ima– gen de tu Dios Crucificado, pensando además que en ti como en El, a los dolores de la Cruz, ha de seguir la gloria y los gozos de una eterna feli– cidad. Durante algún tiempo me tocó ser el confesor de una religiosa que sufría una enfermedad pa– recida a la tuya. Una de las veces que entré en su habitación a ejerce·r ese sagrado ministerio, vi, prendido con un alfiler a la cortina que colgaba frente a la en– ferma, un papel grande, y en él grabadas, con letras, grandes también, estas palabras: ¡Breve es la pena! ¡Eterno es el gozo! Pregunté a la doliente por aquella novedad, y me contestó: ~e lo ha puesto ahí la Hermanita que me hace de enfermera. ¡Y si viera usted, Pa– dre, el ánimo que me infunden esas .palabras! A
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