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; ; r. 38 P. Angel de Abárzu7.a de tocas blancas.. nacido para aliviar los dolores del género humano, la -Hermana de Ja Caridad. Tus amigos son los que escasean sus visitas. no porque no te quieran ni te estimen, sino por· que se estiman y se quieren a sí mismos más que a ti. Esa es la ley. Una cosa es la amistad, y el heroísmo es otra cosa. En todo caso debes pensar que tú, en circuns· . tancia3 parecidas, es casi seguro que procederías lo mismo que ellos. Pero supongamos que ese abandono de que te quejas fuera completo. ¿Piensas que no ha ha· bido en la tierra ninguna persona que haya sen· tido ese abandono, y precisamente en las últimas horas de su vida? ¿No te representa la fantasía en este inst'l.nte la imagen de algún sublime abandonado? Sí, hermano mío; siendo cristiano, como sin duda lo .eres, la imagen de esa Santísima Víctima abandonada de todos, de Dios, de los hombres. estará seguramente en tu alcoba y desde tu lecho de dolor la puedes mirar. Ese es tu Dios, hermano mío, que al morir, se sintió mucho más solo que tú. Fuera de su Madre Santísima y dos o tres personas más, todos le de– jaron, incluso su Padre celestial (misterio tremen– do, pero fué una terrible realidad). Todos le dejaron menos sus enemigos, que no

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