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!V.-Sufro una enfermedad incurable... 37 - -------- ---· naufragan muchas veces las almas. Dios, que. te distingue con amor de predilec– ción, lo ha hecho mejor contigo. Para librarle de esos naufragios, ha herido pia– dosamente tu joven y robusto organismo, forzán– dote a vivir definitivamente en el puerto. Como si dijéramos, ha averiado la lancha para . salvar al p atrón. Debes pensar además que no se deja sin do· lcr lo que se posee con amor; y que, como reza aquel adagio célebre, grabado en el frontispicio de una Cartuja: . El placer de morir sin pima, vale la pena de vivir sin placer.• Cier to, me· dirás, pero la verdad es, que estoy muy solo y abandonado; y este vacío que noto a mi alrededor, me produce honda tristeza. Es natural; pero considera que ese abandono no es más que material; y completo, jamás lo es. Si estás en tu casa, te cercan con s'u amor, su solicitud, y sus cuidados, tus padres, y especial– mente tu santa madre, que vale para ti como un pueblo entero. Si tu estancia es en un establecimiento bené– iico allí está para asistirle y consolarte, ese ángel
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