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!V.-Sufro una enfermedad incurable... 33 La aparición de ese fantasma en el hogar do– méstico produce verdadera consternación. Una familia sabrá soportar bien el dolor moral que le causa ver a uno de los hijos enfermos de pleuresía, congestión pulmonar, etc;, pero cuando ·el doctor, que sigue le;; pasos de aquella affi!Cción, dice tristemente: Señores. esto ha evolucionado: es ya una tuberculosis deda~ada, se relajan súbi– tamente todas las .energías morales de aquellos padres y hermanos, miran al paciente con ojos de infinita compasión y dolor, y exclama la ma– dre, cruzando las manos y deshecha en lágrimas: ¡pobre hijo mío! Desde entonces, es ya aquel enfermo una es– pecie de víctima destinada a la inmolación; y como la enfermedad es contagiosa, hay que in– comunicarlo, para que no sean varias las víctimas, en vez ·de una sola. La vajilla, las ropas de la cama,. y todos los utensilios de que se sirve, han de ser exclusiva– mente para él. Los padres pueden tratarlo impunemente, por– que en ellos es casi nulo el peligro del contagio; pero los pequeños deben alejarse, o tratar muy poco a su hermanito enfermo y querido. Los amigos del enfermo, al enterarse del caso, suspenden las visitas o le hacen poquísimas, por– que, ya se ve, pueden contagiarse ellos también, y la salud es antes que todo.

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