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_3_0~- ___ P_._A. ngel de Abárzuz_a_ ___ '---- da, pasas, aun estando bien atendido, son una fuente fecunda de merecimientos. Y no necesitas para adguirirlos ejP.cutar nin– gún acto exterior, ni mover los labios siquiera; te basta firmar con tu consentimiento lo que Dios ha escrito para ti, aceptar lo que Dios te ha dado, y. si no tienes virtud para gritar ¡viva el dolor! besar amorosamente la mano paternal que, por amor, te hiere. . . . Pero si todavía te resistes a hace-r ese acto de conformidad y te parecen tus penas excesivas; entonces, hermano mío, vuelve la vista atrás, y mira a ver si te ofrece la historia la figura de al– gún p1ciente que haya tenido en sus dolores, no una cama de muelle· o un jergón de paja. como lo tienes tú, sino una cama de me.dera; un pa– ciente que haya estado en ella, no en posición horizontal. sino vertical. no acostado sino suspen– dido; ¿conoces a este paciente? ¿Sabes quién es? Pues llámale por su nombre y dile: ¡Oh, Jesús. Jesús, E.alud de los enfermos y el primer doliente de la humanidad, ! ¿quién se quejará de sus do– lores, mirándote clavado en la cruz? ¿A,-quién se le harán insoportables sus penas. viendo las tu– yas? No te apartes de mi lecho, Jesús mío, que

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