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22 P. Angel de Abárzuza enviado busca tu felicidad, como busca el médi– co la salud del enfermo, cuando lo somete sin compasión y sin hacer caso de sus alaridos,· a la operación quirúrgica. Dios hiere para sanar, mortifica y vivifica, hu– milla y ensalza, lleva hasta las puertas del sepul– cro y luego hace volver atrás; o, como dice el pueblo con frase vulgar, pero que vale por un buen capítulo de Ascética, aprieta, pero no ahoga. Déjate tratar, hermano mío, por el que te quie– re bien, y permanece en silencio y sin protestar, como una víctima que ha sido colocada ·por las rp.anos del mismo Dios sobre el altar de los sa– crificios para ser inmolada; y cuando te acuerdes de tus bienes perdidos, di con el santo Job, que pasó por un trance parecido al tuyo: •El Señor me los dió y el Señor me los quitó; ¡sea su nom– bre bendito eternamente! » Y dichas estas palabras, descansa lleno de con– fianza, con la cabeza reclinada sobre el. pecho amorosísimo de tu Padre Celestial, aguardando a que llegue (y pronto llegará) el gran día en que el mismo Dios descienda hasta ti, no a restituirte tus bienes materiales (que eso . es poeo para el amor que te profesa), sino a ponerte· en posesión pacífica de las riquezas del espíritu, de qlie has de gozar en el cielo, sin riesgo de quiebra algu– na, y para siempre.

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