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20 P. Aogol do Abá""" !ación nos es conveniente, y a veces --:::= El que no ha padecido, ¿qué sabe? · El espíritu, para conservarse bien, necesita cier– ta cantidad de dolor, y por eso se lo envía Dios. La prosperidad nos distrae y empequeñece. rebajando todas nuestras ideas y sentimientos, y nos aficiona además a un mundo, donde 4s co- 94f> nos suced;m biEm. Cuando un hombre se encamina a la ciudad para negociar en ella un asunto grave, es casi se– guro que llegará en el tiempo prefijado, si la ca– rretera atraviesa un desierto donde nada liay que distraiga la atención del viajero; pero si a los dos lados del camino se extienden paisajes muy be– llos y se alzan edificios elegantes y caprichosos que invitan a la disipación y a los placeres, fácil es que el caminante llegue tarde al punto de su destino, y posible es que no llegue nunca. • * • Créeme, hermano mío, esa tribulación que te agobia es una prueba singUlar del amor .de Dios, que quiere asegurarte más la consecución de tu último fin. Tú dirás: ¿Y por qué me la habrá enviado el Señor? Yo no lo sé; sólo sé que está ordenada para tu provecho.
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