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230 nuestro Señor; el que nos ama a todos mucho. el que ha muerto por usted. Béselo, y tenga con– fianza en éh. Y besándolo muere. La mayor parte de los cristianos mueren, besando la Imagen de su Dios muerto. ¡El Crucifijo! ¡Las rodillas se doblan solas, la cabeza se inclina por sí misma y la mano hiere inconscientemente el pecho delante de ese sím– bolo viviente del amor y del sufrimiento! ¿Quién, ante esa Imagen sangrienta osará for– mular una queja por sus penas propias, sin sentir enseguida que la queja expira en sus labios? Sus heridas, sus clavos y su rostro cadavérico imponen silencio a la humanidad. No podemos ya decirle cuando nos manda tener p:iciencia en nuestros trabajos: ¡Señor! si .. supierais el sabor que tiene esa cosa que se llama dolor, que vos habéis criado y no habéis pade· cldo!.. . Si supierais lo que es vivir, no en las mansio– nes luminosas de la gloria, sino er~ el fondo obs– curo de este valle de lágrimas!. porque a esto nos puede responder. cLo sé.. Con mis padeci- mientos be aprendido por experiencia lo que cues- ta e] obedecer. Conozco muy bien vuestro valle de lágrimas; el valle, porque lo he recorrido, y las lágrimas · porque se han empañado mis ojos con ellas. Nin-

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