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XXVJ.:.._Jesús Crucif:cado 227 no está claramenle expresado el dolor esencial, el más profundo, el más misterioso de todos, el que torturó su dulce corazón en las últimas horas de su vida. Porque El. que había llegado hasta el momento de su inmolación, después de atravesar el mar de todos los padecimientos humanos, pero sin perder nunca la comunicación plácida y amorosa con su Padre celestial, sintió de súbilo, al ser le– vantado en la cruz, que se le oscurecía totalmen– te ese horizonte sagrado. Se sintió solo y abandonado de todos, de los hombres y de Dios; y no solamente abandonado, sino convertido como en un objeto de indignación para la Divinidad. Espanto causa el escribir esto, y sin embargo fué así. Y ·además, dado el plan histórico de la reden– ción, el hecho era lógico; porque esa indignación y ese abandono eran propiamente el castigo mere– cido por la humanidad p-evaricadora, de la cual El se había convertido en--sustituto voluntario. Y ¿quién sabe si Dios, para el cual solamenle lo contradictorio es imposible, no produjo, no en la inteligencia de Jesús (porque eso ya sabemos qne no sucedió) sino en sus potencias inferiores, la sensación y el terror del abandono definitivo y eterno? Porque la pena merecida por el género hu-
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