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214 bardía y de valor, de tristeza y de alegría, de Op– timismo y de pesimismo, de arrojo y de retrai– miento, de magnanimidad y de paqueñez de es– píritu, de amor y de desprecio, de paz y de tur~ bación; y el mundo y los hombres cambian a nuestra vista constantemente, y tan pronto es la tierra un vergel delicioso, como un páramo soli– tario, y ahora es· la humanidad una sociedad de hermanos amables y queridos, y luego una mul– titud de seres antipáticos e inaguantables. Y es claro que no cambian las cosas .ni los hombres en pocas horas, pero cambiamos nos– otros, y basta con eso. .t . Pues bien, uno de los sentimientos que .con más frecuencia visitan nuestro corazón, hospedán-~ dose en él. es el tedio. ·.·.·.: Ese es, sin duda, el sufrimiento que· a ti te aqueja ahora, y al cual no sab:as ponerle nombre. Y ¿qué es el tedío? El tedio es una sensación de insipidez, de aburrimiento, de disgusto de la vida. No es un dolor del cuerpo, ni tampoco es un dolor del ·espíritu, agudo y dilacerante. Es cierto malestar moral, como si dijéramos, la sensación del vacío, en un alma destinada a estar llena de , grandes cosas. l Y no hablo ahora de ese tedio profundísimo y de origen sobrenatural que han padecido ruu- · , chos santos, y entre ellos el Santo de ]os Santos, ·~
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