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XXV Padezco, bf no sé .:' por qué UES no hay efecto sin caus¡¡.; conqu.e. cuando padeces, por algo será. Si nuestro corazón se fijara en Dio&, como en su verdadero centro, se fijaría también la inteligencia, y la misma fantasía perdería mucho de su movilidad, como sucede en las almas espiri– tuales, que suelen distinguirse, entre o:tras cosas, por ser más uniformes y serenas. Pero los espíritus vulgares fluctuamos a todo viento; y. en vez de mandar en las cosas, ellas mandan en nosotros, sometiéndonos a mil linajei de impresiones. ¿Quién será capaz de enumerar las que pasall por nuestro corazón; a veces en muy poco tiempo? Tenemos momentos de energía y de debili– dad, de humildad y de soberbia, de sumisión y de dominio, de desaliento y de esperanza. de eo-

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