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·XXIV.- Temo por mi salvación 21 1 dación del espíritu, le llama Santo Tomás. Pero mientras el cuerpo sufre, vive; y mientras el ahna teme, vive también espirituahnente. Ninguna al– ma comete una falla grave sin dejar antes de temer. Mejor sería que amaras mucho a Dios, vivien– do en aquella región de la caridad generosa que ahuyenta todo temor, como dice San Juan; pero si no llegas a ella, bien está!! donde estás. aun– que el temor le haga padecer. . Lo que tú sientes se lo padía David al Señor con mu-::ha insistencia y corno una gracia espe– cial. Traspasa mi carne, es decir, mi corazón, le deda, con el clavo de tu santo temor. Con razón oraba de ese modo, porque una vez en la vida en que se olvidó de Dios y dejó de temer, se precipitó en graves pecados, que le costaron lágrimas amargas. En dos palabras, hermano mío. Esa preocupa– ción que sientes por la salvación de tu alma es un gran bien para li y además señal de predes– tinación. El que · te tiene espantado para que te– mas lo que debe ser temido, ése es el que te quiere. Cuando un padre ama muchísimo a su hijo y quiere retenerlo en casa consigo toda la tarde, le hace grandes ponderaciones del frío que se sien– le fuera, para que el niño se asuste y no quiera salir.

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