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XXIV.- Temo por mi salvación 205 blo, lo va a arrancar de allí. para hacerlo valer y ponerlo en ejecución. En una palabra, te arrepentiste, le confesaste bien, a tu parecer, y todavía temes, ¿no es así? PUes contigo hablo ahora. No hablo con esos pecadores que no quieren abandonar su pecado, o que le han señalado a Dios un plazo, largo o ,corto, para su conversión; pues para ellos tendría que ser nuncio de malas lluevas. Toda la Sagrada Escritura está llena de frases duras y terribles, en reprobación de su conducta. Pero la palabra de Dios, amenazante contta esas almas audaces e ingratas, se hace dulce y amable pa.ra las que han vuelto ya a la casa pa– terna. Oyela, y ábrase tu corazón a la esperanza. •Convertíos a mí. dice el Señor, y me conver– tiré yo a vosotros. • cGrande es la misericordia de Dios para todos los que se convierten a El.. cSi el impío hace penitencia de sus maldades, Yo no me acordaré más de ellas,~ cPor mí mismo lo juro: Yo no quiero la muer– te del pecador, sino que se convierta y viva.• cDios es clemente y paciente y de mucha mi– sericordia.• •Dios sepultará en el olvido todas nuestras maldades, y arrojará a lo profundo del mar todos

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