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200 --~- Angel de Ab_á_r_z_uz_a___ _ _ _ _ sale del cuerpo con la misma sencillez con que entró en él. sin sensación alguna.• Esta es, amable lector, la voz de la ciencia·. Y casi me atrevería a añadir, que la experien– cia viene a confirmar esta opinión, que puede de– cirse que llega a certeza moral. Verdad es que los últimos momentos de un agonizante no nos serán nunca ciertamente cono– cidos, porque nadie vuelve del otro mundo a con– tarnos lo que pasó por él en ·el acto de morir. Pero si ignoramos lo que sucede en la última hora de la vida, sabemos lo que sucede en la penúltima; porque son muchos los que llegan a los umbrales de la muerte, es decir, a esa región que lleva consigo todas las señales que vemos en los que realmente se mueren y después vuelven atrás. Y ¿qué dicen al volver? Casi todos lo mismo. No sentía nada. No me daba cuenta de nada. Para mí, como si hubiera estado dormido o muerto. Puede ·ser que haya alguna excepción de esta regla, pero me atrevo a asegurar, por lo que co– nozco, y po:- lo que he oído y he leído, .que es regla muy general. Y si no han padecido entonces esos supuestos moribundos, debido a la honda perturbación de

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