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XXIII.-Tengo miedo a la muerte 199 Es una disposición providencial y paternal de Dios, que no permite que el dolor físico pueda crecer indefinidamente, sino que le ha dicho, co– mo a las olas del mar: cHasla aquí podrás llegar. pero no pasarás de aquí. • · En exacerbándose mucho, se cortan las comu– nicaciones, el alma se refugia en la región oscura de lo inconsciente, y allí, en vez de padecer, se duerme. En todo se muestra Dios con nosotros como un verdadero Padre. Es. pues, casi seguro que el dolor termina an– tes que la vida, y. por lo tanto, que al morir no se sufre nada. De esta opinión son los doctores de la ciencia médica, con rara unanimidad. He aquí algunas ex– presiones pertenecientes a distintos médicos no– tables: cl.a sensibilidad desaparece en el moribundo en el momento en que parece sufrir más.• eSe muere como se nace, sin saberlo.• cPor íntimo que haya sido el amor a la vida y el temor a la muerte, los últimos momentos de un moribundo son de calma y serenidad.• cHe _sido espectador de unas quinientas ago– nías y he visto que en ellas los moribundos no revelaban la menor inquietud. Como el nacer, el morir era para ellos un sueño y un olvido.• cEstoy firmemente persuadido de que el alma

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