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XXII.-Soy anciano ya y está cerca mi fín 191 hay encerrado dentro de ella! Para, el inCiédulo que llega a la ancianidad, el fin de su. existencia es como una muralla infran– queable; para el creyente es un pórtico, el pór– tico por donde se pasa para entrar en la gloria. ¿Qué importan ya ni tu debilidad, ni tus arru– gas, ni tus cabellos blancos, ni el temblor de tU– voz, ni .el desfallecimiento de todo tu ser? Tu fe lo transforma todo, bañándolo con una luz nueva, y cambiando totair.'lente la significa– ción de las cosas. El fin se convierte .en .princi– pio, el occidente es oriente, y cuando· anochece, hermano mío, resulta precisamente lo contrario; que está amaneciendo. ¡Qué emoción sentiría un ciego de nacimiento que recobrase la vista en una noche del mes de mayo! ¡Qué pasmo sería el suyo cuando viera luego, cómo lentamente iba desplegando ante sus ojos la naturaleza todas sus marávillas, iluminadas por un sol. nunca visto por él hasta entonces! Pues sorpresas mucho mayores te guarda Dios, para hacértelas disfrutar dentro de pocos .años"' quizá dentro de pocos días. ¡Eres anciano ya, y está cerca tu fin! Es ver~

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