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XXII Soy anciano ya y está cerca mi fin sin duda sientes ahora, hermano mio, esa tristeza singular que acompaña a un atardecer .melancólico. Casi todas las despedidas son panosas. . Aunque el mundo es valle de lágrimas, lo cierto es que nos aflige mucho el dar el último adiós al valle donde las hemos derramado; por– que dejamos aquí seres que nos son queridos, porque esto ha sido nuestro hogar doméstico du– rante algunos años, y en fin, porque para despe– dirse, hay que morir. Y .causa además una amargura extraña el te– ner que asistir, como asistimos (cuando la: dura– ción de la vida es normal), a nuestra propia de– cadencia, y casi a nuestra propia muerte.
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