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XXI.-Sufr:> porque ne te~go ie 187 Escucha ahora las últimas palabras que te di– rige un hermano y amigo tuyo, desde las páginas de este libro. Tu falta de fe religiosa te hace padecer. ¿Y por qué has de padecer? ¿Por qué has de ser desgraciado? ¿Por qué has de ser como un hijo pródigo que vaga errante y solo por el de– sierto, sin un pedazo de pan que ·llevarse· a la boca, cuando los que, por tener fe, estamos en la casa paterna, y abundamos de todo? Las verdades religiosas son para todas las almas, como el oxígeno para la sangre y la luz para les ojos. Cientos de millones de personas llenan los ca– minos ·de Dios, y avanzan hacia la ciudad eterna, cantando su fe . Si desfallecen y caen; se levantan luego, y siguen su marcha. ¿Y tú vas a continuar a la vera del camino, como un mendigo ciego que pide a gritos limosna a la· multitud, a la que no ve y siente pasar? No, hermano mío, no. Incorpórate y vente con nosotros. Avanza en nuestra compañía sobre esta · pista espléndida, iluminada con potentes reflec– tores y que termina en la Jerusalén celestial. La luz sobrenatural lo llena todo. Los libros que razonan y demuestran nuestra Religión están en las bibliotecas, en la calle, y

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