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176 . P Angel de Abárzuza y un castigo eterno para los impenitentes en la otra vida, son verdades reveladas al mundo por El. Desde que El habló, cualquier niño cristiano aabe de esas cosas, mucho más que el mayor filó– sofo de la antigüedad. Sus hecnos y sus palabras están escritos en un libro que se llama Evangelio de Nuestro Se– ñor Jesucristo, libro superior a toda crítica, y cuya autenticidad está más probada que los discur:;os de Cicerón o las hazañas de Alejandro Magno. · Pero llegó un día en que el que había bajado del cielo iba a volverse a él. Y para que el género. humano, que había oído ¡¡u palabra, no la perdiera jamás, la depositó en el seno de una institución fundada por El mismo durante su vida mortal. Quiso que esa institución durara como la hu– manidad: esto es, quiso que fuera indefectible; y como no podía ser indefectible sin ser infalible. la hizo infalible. Esa institución se llama la Santa Iglesia. * * .* Ahora es, hermano mío, cuando tú, sin duda, interrumpes mi discurso para decirme: Está bien. Yo quiero creer que todo eso es

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