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_1_4_______ P. Angel de Abárzuza na de ellas, la misma suerte le ha de caber a él. Pero además, las penas teman la medida del corazón. La imagen de un monte colosal cabe en la retina y un granito de arena la llena toda. Cuando nos sobrevienen graves contratiempos, sufrimos gravemente con eUos. Cuando los con· tratiempos son pequeños, los agrandamos con la imaginación y sufrimos igual; porque· el dolor es el rey del mundo, y una ley de nuestra existen– cia el padecer; y cuando Dios no nos envía aflic– ciones, nos las fabricamos nosotros a nuestra me– dida, y la ley se cumple. ¿Qué diferencia hay entre el sufrimiento de dos hombres a quienes se les hiere, al uno con vara de hierro y al otro con vara de madera, si el ,primero de eÜos está endurecido por el trabaj6 y fuerte como un roble, y el otro está reblande– cido y debilitado por la vida muelle, como una flor de invernadero? Ninguna. Los dos sufren lo mismo. Todo es relativo; y la fuerza del dolor está e• el grado en que contraría nuestros hábitos y hie-– re nuestra sensibilidad, más o menos delicada, se– gún la vida que hacemos y las comodidades de que disfrutamos. No te causen, pues, envidia, herman? mío, lOfl placeres del rico, porque le aseguro que no ~ mayores que los tuyos; y a pesar de sus rique-– zas, en edte valle de lágrimas, derrama tantas lá– grimas como tú.

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