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XXI.-Sufro porque no tengo fe 175 individuo cualquiera de ella, es decir, he¡;:ho hombre. No había duda. Er.a de. los nuestros. Hablaba con nosotros como un hermano con otro, y con nosotros partía su pan. Desde esa fecha memorable, (tan · memorable que desde entonces el mundo civilizado estampa esa fecha al pie de todos sus documentos pri– vados y públicos) desde esa fecha. digo, Di05 tiene un nombre nuevo. En vez de llamarse El que es, como se lo dijo El mismo a Moisés, ahora se llama El que salva, es decir, Jesús. · Para· que viéramos que era un hombre como los demás, dió muestras de fatiga, tuvo hambre y sed, padeció, lloró y murió. Y para certificarnos de que era Dios, tocó mu– chas veces con sus manos humanas. y divinas la gran máquina del universo. mostrándose el Señor de ella, y haciendo milagros: y nunca para infun– dir temor, como antes lo hacía, sino para inspirar confianza y hacerse amar. El fué, como lo dijo, •La luz del mundo•. La existencia, la unidad y la Providencia de Dios; la diferencia entre el bien y el mal: el ori– gen y el fin del hombre; la fraternidad universal. la inmortalidad del alma, la certeza del perdón de los.·pecados, cuando el pecador se arrepiente, y la realidad de una felicidad eterna para los: justos
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