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debes hacer, doblarlas, es decir, humillarle y orar. Por ese punto del horizonte ha de aparecer pa– ra ti la aurora de la fe. La fe es un acto de la inteligencia, pues su objeto es la verdad; pero ese acto de la inteli– gencia ha de ser movido por la voluntad, y · ésta ayudada de la gracia. Pues esa gracia ines'timable, hermano mío. es la que has de pedir a Dios Nuestro Señor; pero con las rodillas dobladas, esto es, haciéndote niño, humillándote en su presencia y orando. Y ten por cierto que El te oirá, pues El mismo es el que ha dicho •pedid y recibiréis, buscad y e::~eontraréis, llamad y se os abrirá•. L:t humildad y la oración abren todas las puer- i·; tas, y con mayor razón las de la fe, que es la primera pied!2. en el edificio religiOso, y sin la cuai es imposible agradar a Dios. Al contrario, la soberbia, y mucho más la so– berbia intelectual. es el impédimento rr.ás grave para liegar <:. :::~ee~. Por e:;o no son los impíos, sino los raciona– listas, los más alejados del catolicismo. Esos reyes de las ideas, ·que se ·hacen jueces de tecle, de le creado v de lo increadc, del cielo y de la tierra. reewen e;n su !:::.!!;:!!::! pertinaz incredulidad el castigo de su crgt:!h. Porque ante Dios no hay reyes sino niños: y
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