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___ X_X_I._~Sufro -~~·~e no tengo fe 171 Voy ·a suponer, pues, hermano mío, que en ese terreno eres tú de los nuestros. Ccees en Dios, como crees, aunque no' lo ha– yas visto, en el relojero que construye y exhibe en su escaparate una multitud variadísima de cronómetros preciosos. Y te pregunto ahora: ¿qué idea tienes for– mada de ese ser misterioso, que se anuncia a sí mismo en el mundo con tantas magnificencias? Tu contestación es obvia: es un ser sapientísi– mo. omnipotente e- infinitamente bueno. porque además de que ha creado hombres buenos · (pues sin duda los hay), solamente pór bondad se da el ser a quien no existe. Y vuelvo a preguntarte: y ¿qué idea tienes formada de ti mismo? ¿qué concepto te merecen ese tu organismo endeble que sucumbe ante una enfermedad, esa tu voluntad, mil veces víctima de seres inferiores a ella, es decir, de las pasio– nes, y esa tu inteligencia débil. que se detiene a cada paso ante las puertas del templo de la ciencia sin poder pasar? Tu respuesta es tan obvia como la anterior: eres tú (como lo somos todos) un ser insignifi- · cante comparado con tan sublime majestad. Pues, hermano mío, de eso a doblar las ro– diÚas no hay más que un paso. Y eso es lo que

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