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-'-1_6_6_ __ ~_P_. _A_ngel de Abárzuz_a_·_ _ _ tro papel de víctimas, imitando a la Víctima por excelencia, a la Víctima inocente, que no se mo- vió del Altar durante el Sacrificio. · Los mismos que le mataron a El. nos persi– guen a nosotros. Los nombres son diferentes, pero los perseguidores de hoy descienden de los per– seguidores de ayer. y se les 'parecen, -como un crimen a otro crimen. Además, el mismo Dios que nos pi<;ie pacien– cia en la prueba, nos está dando admirable ejem- plo de ella. · El y nosotros estamos envueltos en la misma persecución, y por algún tiempo en la misma apa· rente derrota. ¡Sublime y consoladora afirmación y además exactísima! Esos vencedores de un día persiguen a Dios con más saña aun que- a nosotros; pues el odio que hacia nosotros sienten y manifiestan no es más que la aversión a Dios, extendida a sus ser– vidores. Ahora bien, Dios calla ante los agresores de su honra divina. Su actitud es hoy la misma que en el Calvario. Incendian sus templos, profanan sus imágenes,

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