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XX.-Me aflige el triunfo de la maldad 165 --- - do y esos impíos triunfando, hacen de la socie– dad una cosa tan imperfecta y monstruosa, que sería indigna de Dios, si no tuviera todo esto una segunda parte, destinada a la administración de la más estricta justicia a buenos y malos. Por eso decía con mucha razón un predicador elocuente a su auditorio: cSan Juan Bautista está en la cárcel; Herodes en el trono; Dios es justo; luego hay otra vida.• Y si no fuese así -añado yo con San Pablo-– miserahiliores sumus omnibus hominibus, los que vivimos en esa esperanza y padecemos, seríamC~J los más desgraciados de todos los hombres. Pero existe Dios y es justo; y el que crió al mundo y vino después a él para redimirlo, ha de· hacer una segunda venida para juzgarlo, y dar a cada uno según sus obras. ConsuélatG con e!!!as crrandes ideas, hermano mío, cuando te sientas in,;adido por la tristeza, al presenciar esos espectáculos horribles, en que los papeles están invertidos, porque padecen los que debían gc-z;.r, y ü..ar,diin le-¡¡ q¡¡e d&l:.Íiin c.l.Gc!;;cer, y son honrados los infames y asesinan los que son dignos de muerte. Todo tendrá fin, hermano mío. •Los malos con– tinúan viviendo después de sus ma]dade:;;, dice San Agustín, o para convertirse de ellas, o para _ejercita: a los buenos.• Dejemos que r.=s ejercite;:. !!:!gamos bien nues-
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