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164 P. Angel Je Abárzoza aón un relámpago que ilumina esta grave cuestion. Esa es la historia de los grandes perversos, a además son impenitentes: subir, domina!', per– seguir a los buenos, morir y condenarse; todo en poco minutos, en el espacio que le cuesta . a un cedro del Líbano crujir y caer al suelo, que apa– nas es más que eso la existencia del malvado ante los oj55 divinos. A nosotros mismos; cuando miremos desde la eternidad, los años de nuestra vida se nos ofre– cerán como una cosa tan breve, que el castigo de los malvados nos parecerá entonces que fué inmediato y fulminante. \ ·: ' Observa, además, hennano mÍo·, que la lenti- .L tud relativa de Dios en castigar la maldad se con– vierte en una prueba admirable de la realidad de un mundo superior. ' Esas heridas irrestañables, esas lágrimas ino– centes. que no dejan de correr, esos sufrimientos '' de la pobreza que duran tanto como la vida, esas imputaciones calumniosas que nunca 8e desvane-· cen, esa inocencia perseguida. esos crímenes ocul– tos que jamás se descubrirán, esos rasgos de vir– tud heroica que el mundo no ve, y por consi– guiente, no puede admirar ni premiar; esos ase– sinatos que quedan impunes, esos justos sufrien-

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