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·l' 160 P. An¡!el de Abárzuza sus días, del ser querido, en quien había puesto toda su confianza. Allí está aguardándole con los brazos abier– tos, para premiarle porque es hijo suyo, porque ha creído y además porque ha caminado. Esta comparación, hermano mío, no necesita explicación alguna. Es una imagen de la .vida cristiana con su des- enlace final. · La vida es una noche oscura. Es noche, porque no se ve y, además-, porque ha de convertirse en día. La noche que no se convierte· en día, es el infierno. El día que no se convierte en noche es el cielo, recompensa última de los que, durante esta noche transitoria, han sabido guardar la ley, y soportar el dolor con paciencia y esperanza.

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