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XIX.-Marchan mal ~1is negocios... 157 Observa cuál hubiera sido el paradero de tu hijo. si hubiera llegado a· la ·edad madura. Se hubiera perdido para siempre. Tú te consideraste desgraciada porque no su– pieron responder a tu amor, sino con el abandono e ingratitud. Ahora puedes ver a dónde ibas a parar si hubieras unido tu existencia con la per– sona a quien amabas; a la mayor desventura tem– poral y eterna_ ¡Qué panoramá han de descubrir entonces nuestros ojos, hermano mío! Y ¡cómo nos hemos de deshacer en alabanzas divinas, y cómo hemos de cantar la misericordia de Dios, al ver y al com– probar que aquel camino tan extraño, tan desvia– do en apariencia, por donde el Señor nos condu– cía, y que parecía que no tenía salida, iba a parar ·precisamente a la casa paterna, donde ahora nos encontramos! • ¡Bendita pobreza! ¡Bendita enfermedad! ¡Ben– ditos dolores! ¡Bendita oscuridad y bendito olvido que, sin saberlo yo, me iban llevando, como los vientos a la barca, hasta ponerme en este puerto · seguro de salvación! Sin duda alguna que la visión de e~las cosas ha de ser en el cielo, para nosotros, un manantial perenne de felicidad. La historia de nuestra vida es ahora para nos– otros como un cuadro arrollado. Cuando Dios lQ desarrolle, en nuestra presencia, en el cielo, que-
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