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_ 1 ~6 _ _ ___ _!'_~ Angel d~ Abárzuza En aquella altura, desde donde todas las co-· sas se ven, Dios nos dará la ~plicación que jU.s– tifique su Providencia paternal, para nosotros, · y nos demostrará que El es el primero, quizá ·el único, que ha sabido amamoS bien. No siempre (casi nunca) se ven desde la lla– nura todas las. curvas y ondulaciones que traza la senda que conduce a lo alto de la montaña. ni los abismos que va sorteando; pero desde la cumbre todo se aprecia bien. Y entonces elogia el viajero al que ha trazado el camino, comprendiendo que por allí debía pasar y no ¡:ior otra parte. Esta me– táfora explica mi pensamiento. Entonces dirá Dios nuestro Señor al alma: •TÚ te lamentabas de tu pobreza como de una desgra– cia, y anhelabas las riquezas temporales como una • felicidad. Observa ahora y mira, a dónde ibas a parar, si hubie¡ras sido rico. Tú le quejabas de la enfe·rmedad y deseabas ardientemente la salud. Mira desde aquí a dónde te conducía esa salud deseada, al pacado, y, por él, a la eterna condenación. Tú ambicionabas honores y dignidades y en– vidiabas a los que las P.Oseian. Mira ahora lo que hubiera sido de ti, si, en vez de vivir en la oscu– ridad, como viviste, te hubieras disipado con los aplausos y la gloria humana_ Tú llenaste la caSa de gemidos cuando tu hijo murió y decías, ¿por qué me deja Dios tan sola?
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