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154 P. Angel de Abárzuza e_s __a_f_li_g-id_o_,_n_o __l_e__ q_u~eda---m--á_s_- -d-er_ec __ h_o__ q_u_e__ ~_l _d_e guardar silencio. Nosotros sembramos de' espinas el camino de la vida. al sembrarlo de pecados: y cuando nos punzamos con ellas, de nadie nos podemos que- jar, sino de nosotros mismos. • Pem aunque así no fuera, aunque el dolor no brotara de la tierra, como evocado por nuestras faltas, Dios lo crearía para nosotros;- lo primero. para aumentar nuestra felicidad eterria, aumentan– do nuestros .'Jléritos, y lo segundo, para haéernos parecidos a su Hijo Divino, modelo de los pre– destinados, y hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz. La vida e·s breve; y por ser el único tiempo destinado a merecer. es preciosa. A dos pasos de nosotros está la eternidad. en la cual todo es inmutable, y ninguna alma puede dar un paso, ni en el bien, ni en el mal. Dios, que se ve dueño de grandes riquezas. que pueden ganarse únicamente en ·este mundo, en · poco tiempo y con pequeños .dolores, ¿cómo no ha de apelar a ese medio, para aumentar el caudal de nuestra felicidad? Y así lo hace. El Señor dispone, prepara. crea expresamente el dolor para las almas. Abundan los ejemplos, singularmente en las vidas de los Simios, para demostrar. esa extraña .
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