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XIX.-Marchan mal mis negocios 149 Pero pregunto yo ahora: Y del alma ¿qué se– ría? Porque P.Sta es la cuestión, esta es la gran cuestión. ¿Conservaríamos la virtud, siendo ricos. hermosos, sabios, amados, disfrutando siempre de salud excelente, teniendo en una palabra a la prosperidad como compañera inseparable de nues– tra existencia? CTeo que no, y pongo por tes.tigo a la experiencia. · No basta clamar y protestar contra eJ. dolor. Es necesario demostrar que, sin él, · podríamos conservar fácilmente nuestra . vida moral. Y o digo que eso no es cosa fácil, y apelo a los hechc>s. ¿Quién se conserva humilde en un puesto ele– vado, sin verse obligado a hacer constantemente un gran trabajo de reacción espiritual con.tra sus sentimientos de vanidad? ¿Qué come·rciante no siente enfriarse el fer– vor de su fe, si sus negocios van siempre viento en popa? ¿Qué pueblo de labradores no empieza a co– rromperse, si tiene tres años seguidos una gran cosecha? ¿Quién es el hombre sabio, el hombre robusto, la mujer hermosa que no vea y sienta un verda– dero enemigo, o, por lo menos, una ocasión de que disminuya la vida de su espíritu, precisa– mente en esas excelentes cualidades? El hombre que ve muy buenas cosas en sí

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