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... ,., ,. 146 P. Angel de Abárzuza estaba cierta además de que su Hijo había de resucitar y er;;tos dos pensamientos fundamenta– les eran las columnas de su re5ignación perfecta. Reina de los mártires la llamamos., y lo es en realidad, no solamente porque ha padecido más, sino porque ha padecido mejor que nadie. Mírate .en ese espejo limpísimo, hermano mío, . y copia en tu conducta los n1~gos . de la suya, pues las mismas razones que ella tienes para ser fuerte y estar tranquilo, conformándote con la vo- luntad del Señor. · La muerte, sin respetar tus alegrías 'y tu ca– xiño. te ha arrebatado violentamente la persona a quien amabas, apartándola de ti. Pero ese apar– tamiento es de un día. ¿Y qué es un día, o, lo que es lo mismo, qué es la duración de tu vida comparada con la eter– nidad, donde has de tener, además. de la satis– facción de ver a Dios, el consuelo de ver y con– versar con el ser querido, cuya ausencia te aflige y entristece? No hay ahora más que una cosa importante para ti, una sola, y es observar una conducta cris– tiana. que te asegure la llegada al mismo puerto de salvación, donde se encuentra, o se ha de en-
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