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1 ~ ~---_!"_:_Angel de Abárzu~-------en tu poder. Empieza, por fin, tu sagrada m1S1on. Predica la virtud a tus hijos, recuérdales sus deberes, há- blales de Dios y de la religión. · Ese lenguaje, nuevo en tu casa, que tantas · veces ha sido escenario de escándalos, será oído primero con estupor y luego con desprecio por parle de los tuyos. No importa, no desmayes; puedes más que ellos, porque tienes de tu parte tu amor de padre, la verdad y la ayuda de Dios. Persígueles ·con tus sermones, con tu cariño y con tu sclicitud. No les dejes vivir. Y si están casados ya, cuando les visites o les escribas, há– blales siempre en el mismo tono y de la misma materia, aunque digan .• ¡qué cargante es esta mujer! ¡qué pesado es este hombre! •. Es necesario que les quede impreso en el al– ma ese recuerdo religioso, por lo menos de la última etapa de tu vida, porque los beneficios que se reciben en la juventud no se agradecen bien entonces, sirio en la vejez; y esa siembra, aunque tardía, de las buenas ideas dará sus frutos a f!U tiempo infaliblemente. ¡Cuántas veces sentado en mi confesonario, he visto acercarse ·con paso vacilante a una per– sona anciana, arrodillarse ante mí y decirme con voz temblorosa: e Señor, vengo a. confesarme por– que· así me lo enseñó mi buen padre! ¡Voy a ha– cer los Siete Domingos de San José, porque así

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