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XVI.-Se han extraviado mis hijos 129 En la soledad del templo, cuando te halles en su presencia, dile con humildad: •Señor, oíd mi oración. Soy un padre que no ha ci.unplido con su deber. Los hijos que me diste para que les enseñara a ser buenos y a servirte, han crecido, por mi culpa. en la maldad, y hoy viven alejados de ti y en peligro de perderte y perderse. Ese es mi enorme pecado, del cual estoy arrepentido. No me pidáis, Señor, alma por alma, porque enton– ces, ¿qué va a ser de la mía? Demostrad vuestra misericordia, perdonándo– me, y vuestro amor y omnipotencia, ayudándome a trabajar en esa obra ya endurecida, para ver si consigo que se ablande, reeiba el sello de la vir– tud y sea digna de Ti.. Esta oración debes hacer al Señor; y en se– guida empieza a ejercer con tus hijos los oficios de padre verdadero. No me digas que es ya tarde. La misma cuenta podría hacerse el agricultor cuando llega el mes de Enero. sin haber sembra– do su trigo; y no obstante, lo siembra todavía, parque aunque la cosecha no sea entonces tan cierta, es casi seguro que algo ha de recoger, y tal vez una cosecha abundante será el premio, de su perseverancia. No está perdido todo, no. Además de Dios, hay algo en el inundo más fuerte que el hombre, y es la palabra del hombre, y esa palabra está 9
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