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Se han extraviado mis hijos 127 mino de la Iglesia, no con la mano, sino con los pies,. yendo tú delante de ellos. •No seas excesivamente blando (!.) tratarlos, que ninguno ama por eso más a sus padres, ni cumple mejor con su deber. .No permitas jamás que triunfe su amcr pro– pio ni una sola vez, y por ningún motivo. El no puedo del hijo cabe disimularlo en alguna oca– sión, aunque no exprese la verdad. Pero el no quiero nunca debe quedar vencedor. Jamás desautorices a tu consorte de·lante de los tuyos. sino marchad siempre unidos los dos, ro– busteciéndooS mutuamente· la autoridad.• Esto te diría, hermano mío, porque me parece que es lo principal; pero se ve que llego tarde, o, por lo menos. así te lo imaginas tú. Porque aquellos pedazos de tu corazón que te embelesaban con sus juegos,- con sus gracias y hasta con sus travesuras, han crecido, y ya no son ni rastro de lo que fueron. Viven alejados de las prácticas piadosas, salen de casa sin tu permiso, vuelven c;uando se les an– toja. frecuentan espectáculos peligrosos, y son tal vez el escándalo de la vecindad. A ti no te re5petan, te tratan como de igual a igual. altercan contigo a gritos; y la misma habi.– . !ación. donde e¡;tuvo, y quizá está todavía, la cuna que balanceaste suavemente para dormidos, tiem-
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