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XIV.-Me preocupa el porvenir · 111 el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo cómo no siembran, ni siegan, ni tienen gra– neros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿Pues no valéis vosotros mucho más que ellas? Buscad primero el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura. Abandónate, hermano mío·, en los brazos de Dios, porque eres. un hijo suyo, y tiene El más cui-· dado· de ti que tú mismo. Mil veces has contemplado el espactáculo de una madre llevando en brazos a su pequeñuelo. ¿Has notado jamás en el niño señal de ansiedad ni preocupación? Nunca. Va muy tranquilo, mirando a todas partes con la mayor naturalidad del mundo, porque el ins– tinto le dice que su madre se cuida de él; o sea, que es el amor el que lo lleva. Efectivamente·, él no tiene que· preocuparse de nada. Si hay algún peligro que temer y que evi– tar, su madre es la que palidecerá de temor y lo evitará; si hay espinas en el camino, su madre las pisará y e.e· punzará con ellas. Glorifica a Dios, hermano mío, confiando en su providencia amorosa. Esta confianza, unida con la oración, atrae infaliblemente la protección divina.
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