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_____ X_III.-N~-~ein~_l-~ paz en mi casa 105 altar, con el alma amargada por el sufrimiento, leo– dices: ·Señor, aye mi oración. No te pido bono– tres, ni riquezas, ni placeres. No te pido sino que te acuerdes de nosotros, que tranquilices a mi fa-– milia y nos devuelvas la unión y la paz que he– mos perdido. ? Procura además, hermano mío (y este es el segundo consejo que te doy) poner todo cuanto está de tu parte ¡:ara que no se perturbe el so– siego del hogar doméstico por causa tuya, siendo con tus padres y hermanos manso y humilde de corazón, a semejanza de Jesucristo. Así como aquel filósofo griego demostraba -a su contradictor la existencia del movimiento p;:>· niéndose a caminar delante de él. demuestra tam– bién tú en tu casa que la paz es posible, siendo tranquile, bondadoso y pacífico. Y si haces vida piadosa y frecuentas los Sa– cramentos, tieneS singular obligación y . tienen de– recho a exigirte los demas, que te distingas por tu manseduinbre y benevolencia. Son muchas, muchísimas, las personas de las llamadas espirituales, o que hacen profesión de serlo, que con descrédito de la piedad y a falta de pecados más graves que (dicho .sea en su ho– nor y en -obsequio de la verdad, no los suelen t€ner), se muestran ante su familia impacientee e iracundas, tal vez quince minutos después de– haber estado en el templo horas enteras en con-
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