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iil ,,¡ ' 104 P. Angel M A_h_á_rz_o_z_a_ ----.,.___ En todo caso, muy justificada es tu aflicción. hermano mío, si el demonio de la discordia se ha introducido en tu casa, y como consecuencia. te ves obligado a ver y o:r en ella, en lugar de escenas y palabras de amor y de fraternidad , ei!· cenas y palabras de escándalo. · D.:>~~ consejos voy a darte, como remedio a e-sa triste situación. El prímero, que pidas con mucha insistencia en tus oraciones al Dios de la pat (con esa ~lli· 11ima frase le llama San Pablo) os otorgue la gra· cia de hacer su aparición en medio de vosotros. y calmar vuestros corazones, atrayéndolos a la virtud, sin la cual no hay tranquilidad posible. Precisamente la idea de la paz era como una obsesión dulcísima en la mente de nuestro divi· no Salvador, y esa p3.labra paz fluía con muchí– sima frecuencia de sus labios. •En cualquier casa que entrareis. decia a sus discípulos, decid primeramente: la paz sea en esta. casa. No os turbéis. Mi paz os doy; mi paz os dejo. La paz sea con vosotros. Tu fe te ha salvado: vete en paz. . Después de la petición de la gracia y las vir– tudes, seguramente que no hay oración más agra– dable a los oídos de Dios que aquella en que .se le pide la paz del corazón. ¿Cómo no ha de escuchar y atender tu súplíca fervorosa si de rodillas en el templo y ante su

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