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1 1 XII.-No seguí mi vocación.., 99 ¿No te gustaría representar en tu pueblo ese gloriosísimo papel? ¿Te vas a limitar ver pasar los días de tu exis– tencia monótona, bostezando en tu casa, leyendo nove·las, murmurando o acariciando a sobrinos. que quizá dos meses después de tu muerte, te habrán olvidado ya. como si nunca hubieras exis– tido? No, her10ana mía, no. Eso no puede ser, ni debe ser. Tú tienes todavía en el mundo una misión que cumplir, y es ésa. Incorpórate· lo antes posible al gran ejército que trabaja en el mundo por la extensión o la conservación del reino de Dios. Si lo haces así tu vida se deslizará placentera. meritoria, honorífica y fecunda. ¡Con qué satisfacción te acercarás a la mesa. o buscarás el descanso de tu lecho después de haber realizado, ·durante el día, pm Dios y por tus hermanos esta magnífica labo.Y de apostolado! Ya tienes, pues, hermana mía, un ideal y un programa. Ese será el remedio para el hastío de que te lamentas. Es cosa probada. Nadie se aburre si trabaja; y mucho más si lo hace por Dios y por sus her– manos.

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