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-93- La vida solitaria y retirada, a Dios es grata -y a los ángeles, y tiene de ordinario la paz por compañera. Compréndalo el que pueda: el hombre reti– rado posee el reino de Dios en lo interior de su alma, en el silencio de su corazón. Es el fin del Religioso, desechado todo lo terreno, vacar a Dios con pureza de corazón y guarda de la lengua. Fuerte es el que desprecia el mundo; más fuerte, el que se vence a si mismo, renuncian– do todas las cosas, hecho pobre voluntario por amor de Cristo. Si no quieres disÍraerte, y salir descalabra– do, no te metas en las cosas, que no son de tu incumbencia. Sobre lo que a tí no se ha encargado, guar– da siempre un alto silencio: Si vieres que se hacen cosas incorrectas, no por eso juzgues de ligero lo que a fondo ·no .conoces. Piensa lo que vas a hablar, antes de soltar tu lengua; para que no seas sorprendido en '1 as palabras. Guárdate de las salidas frecuentes; y no va– yas a donde la necesidad no te llamare. Si la obediencia lo manda o la caridad lo pide, vete con decent~ compostura, y vuelve presto al retiro, que te espera. Cuando anduvieres fuera de casa, guarda