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o----------------------------0 ;lP.:@@@:@::iP.::lP.:;lP.:;lP.::~:@::iP.:@@:@::iP.¡¡*; o o CAPITUL.O IV De la permanencia en la celda, y de la guarda de los sentidos Con mucho cuidado guarda tu celda, y guardarte ha a tí tambíén ella. No hay en el mundo cosa más segura para el siervo de Dios, que ocultarse en el retiro y orar allí con libertad al Padre, cerrada· la. puerta del aposento. Peligrosa es siempre la salida de la celda; y· la permanencia en ella, descanso dulcísimo– del alma devota. Quien se hace a vivir en la celda, pronto· halla la paz verdadera; y se verá libre de gran-· des peligros y quebrantos. La soledad es madre de la oración; la turba ahuyenta pronto la devoción. jesucristo no podía a la verdad ser embara– zado por las turbas; y no obstante se apartaba de ellas.
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