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-90- a Dios por el bien qu@ has hecho; y pídele perdón con lágrimas de las faltas en que hu– bieres incurrido; gran lavado de pecados es su humilde confesión y súplica de perdón ante Dios y sus ángeles Santos. Siempre que oyeres sonar el reloj y marcar la hora, reza la salutación angélica o alguna otra oración, que fácilmente te recoja en tu interior, y te inflame en el amor de Dios. El que no recoge comigo, dice el Señor, de– rrama; y quien no está conmigo, recogido en su interior, está contra mí, disipado en el ex– terior. Hállase más inclinado al mal y más débil para resistir al enemigo; porque descuidó su interior, y a la vez también el beneplácito de Dios. Los nombres de jesús y Maria hállense con frecuencia en tu boca, de continuo en tu cora– zón; sean ellos tu primero y principal consue– lo. Cuando te halles en la última hora com– prenderás toda la ventura del amor verdadero de jesús. Invoca también con reverencia los nombres de los Santos. La experiencia contínua de los devotos atestigua con expresivas palabras la eficacia de sti protección y auxilio. No te sea, pues, molesto honrarlos con al– gunos obsequios cuando celebra su fiesta la Sta. Iglesia.

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