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- 67 -- Amar cosas hermosas, y apetecer cosas suaves y delicadas, no es según la virtud de la castidad. Quien por la castidad abraza cosas ásperas y despreciables, en mejor condición se halla para vencer su carne. Cuanto más la carne est{J op1·imida y humi– llada, tanto más el espíritu se eleva. Quien se priva de toda complacencia del cuerpo, poseerá la castidad del alma. Quien es amigo de la soledad, más limpio se conservará de las manchas dei mundo. Quien considera el cuerpo como triste car– ee! del alma, no se cuidará de hermosearlo y ostentarlo; sabe que muy pronto se convertirá en hediondez y polvo. Fijarse en lo exterior del hombre y gloriar~ se de su hermosura y fuerza, es en verdad co– sa muy vana y no exenla ciertamente de pt– cado. En mucha abstinencia y morti.ficación del cuerpo vivieron los Santos; y por eso recibie– ron la consolación del Espíritu Santo. No tnerece de Dios ser consolado, quien se deleita en los bienes transitorios del mundo, y se entristece por la falta de·ellos. Quien con paciencia y valor sufre los tra– bajos y dolores anejos al servicio de J,~sucris to, recibirá galardón grande aún por las co– sas más pequeñas que hubiere p3.decido.
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