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-52- han cantado tus labios, recógete en ti mismo en humilde acción de gracias, y solo y apar– tado de todo estrépito y ruido, sigue rumian– do en tu interior los conceptos que acabas de oír en el canto sagrado. ¿Qué aprovecha alabar a Dios durante una hora, y a la hora siguiente entretenerse entra– tar cosas vanas o mundanas? No te expongas a perder por viles juegos y frívolas niñerías el fruto precioso de tu ora– ción, y el trabajo que has puesto en la obra de Dios. Pronto se desvanece la devoción, si no se guarda bajo llave de prudente silencio. Cuando te acometieren el tedio o el fastidio por la prolongación de los oficios, piensa que, terminados, vas a volar al reino de los cielos. Y si ni aun esto te sirviert de aliento, acuér– date que vale más pasar tres o cuatro horas en el coro, que arder una en el fuego del pur– gatorio. Gran mérito es en verdad asistir a las Ho– ras canónicas y cantar alegremente con tus hermanos las alabanzas divinas en la Iglesia. Y si no podemos orar continuamente, y ele– varnos a la contemplación con los perfectos, pongamos siquiera el mayor empeño en las horas destinadas a cantar los salmos, procu– rando hacerlo atentamente y con la mayor re– verencia. Ni te aprovechas a tí solo en tan santo ejer-

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