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51- Imagínate a jesus a tu derecha, y a tu iz– quierda a su Madre Santísima, y a tu derre– dor a todos los Santos. Tus hermanos sean para ti como ángeles de Dios; y con los qu~ ahora cantas salmos en la tierra, espera que algún día has de cantarlos en la gloria. . La vida pura y la conciencia limpia gustan y saborean las cosas divinas: el hombre vago y p~rezoso canta los salmos con tedio y soño– lencia. Si vences la pereza y reprimes la disipación de tu espíritu, prepáraste el camino para la devoción, y siembras la alegría, que al !in brotará en tu corazón. Los cuidados (Xcesivos ahogan la palabra de Dios; y las conversaciones largas, traen consigo la disipación. Aquello, en que el hombre con afición se ocupa, es lo que recuerda con frecuencia des– pués en la oración. No falla allí. el ene.migo para sembrar cizaña sobre el trigo. El devoto corista a solo Dios atiende y a si mismo; como si trasladado se viese y elevado a entre los coros del cielo. Terminado que hubieres el Divino Oficio, no al momento te derrames a las cosas exte– riores; para que no pierdas la gracia, que en él tal vez hubieres conseguido; antes bien por el contrario, después de las alabanzas que

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